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of The Gift Economy


Para-Donar

Introducción
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
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Para Donar
Genevieve Vaughan

Capítulo 5

El concepto del hombre

Como en el lenguaje, la capacidad de formar conceptos se puede atribuir al hardware biológico o a la socialización. Muchas investigaciones se están llevando a cabo sobre estas dos posibilidades. Algunos dicen que la capacidad de reconocer cosas semejantes es un don genético. Otros creen que formamos conceptos por un proceso de comparación y generalización. Para algunos, este proceso usa un prototipo, posiblemente derivado de la primera cosa de esa clase que el niño vió o de algún tipo cosa que estaba en su entorno inmediato. Mediante comparaciones reiteradas de cosas se pueden abstraer algunas cualidades comunes. Un experimento dirigido por el psicólogo ruso Lev Vigotsky en la década de 1920 anticipó la teoría del prototipo y se le puede identificar con esa corriente de sicología.

Uno-muchos

Según Vigotsky, el desarrollo de un concepto presentaba una serie de etapas que culminaban en una etapa final de ‘uno-muchos,’ donde el prototipo o la ‘muestra’ adquiría una relación estable de ‘uno-muchos’ con un número de objetos con los que se los comparaba, excluyendo así los objetos que eran diferentes. Los objetos adquirieron  también una relación común entre ellos, al ser comparados con la muestra y al encontrarlos similares a la muestra  de las mismas maneras. Esto generalizó la muestra, y la cualidad común de los objetos similares era un reflejo de esa generalidad. A la muestra se le dió un nombre, y los objetos que tenían  esa cualidad común tenían  también ese nombre.

La descripción que suele hacerse del experimento de Vigotsky fué presentada por E. Hanfmann y J. Kasanin en el libro Conceptual Thinking and Schizophrenia, 1942, pp. 9-10:

“El material usado en las pruebas de formación de conceptos consiste en 22 bloques de madera que varían en color, forma, altura y tamaño. Hay 5 colores, 6 formas, 2 alturas (las figuras altas y las figuras chatas), y 2 tamaños de superficie horizontal (grandes y pequeñas). En la parte inferior de cada una de las figuras, que el sujeto no puede ver, está escrita una de las siguientes palabras sin sentido: ‘lag,’ ‘bik,’ ‘mur’ y ‘cev.’ Sin importar el color o la forma, ‘lag’ está escrito en todas las figuras altas y grandes, ‘bik’ en todas las figuras grandes y chatas, ‘mur’ en todas las figuras altas y pequeñas, y ‘cev’ en todas las chatas y pequeñas.

“Al comenzar el experimento, todos los bloques (bien mezclados en cuanto a color, forma y tamaño) se esparcen en una mesa frente al sujeto. La persona que dirige el experimento da vuelta uno de los bloques (la muestra), se lo enseña al sujeto, le lee el nombre, y le pide que escoja todos los bloques que él piensa que pertenecen a esa misma clase. Después de que el sujeto ha hecho esto, el que realiza el experimento da vuelta uno de los bloques escogidos equivocadamente, y le muestra al sujeto que es un bloque de otra clase, y le pide que continúe tratando. Después de cada intento otro de los bloques equivocados se da vuelta. Al aumentar  el número de bloques dados vuelta , el sujeto obtiene en etapas una base para descubrir a qué característica de los bloques se refiere la palabra sin sentido.

“Tan pronto como hace este  descubrimiento, las ‘palabras’ empiezan a representar tipos específicos de objetos (por ejemplo: ‘lag’ para los bloques grandes y altos  y ‘bik’ para los bloques grandes y chatos), y se contruyen  así nuevos conceptos para los que el lenguaje no provee nombres. Entonces el sujeto es capaz de terminar la tarea, de separar en cuatro clases los bloques. según las palabras sin sentido. Por lo tanto, el uso de los conceptos tiene un valor funcional determinado para el desempeño requerido por la prueba.

“Si acaso el sujeto en actualidad usa el pensamiento conceptual para tratar de resolver el problema, esto puede ser inferido por la naturaleza de los grupos que él construye y por sus procedimientos para construirlos. Casi cada paso de su razonamiento es reflejado en su manipulación de los bloques. La manera en que el sujeto se enfrenta por primera vez al problema, el manejo que hace de la muestra, la respuesta a la corrección, el encontrar la solución—todas estas etapas del experimento proporcionan datos que pueden servir como indicadores del nivel del pensamiento del sujeto.” (Vea las Figuras 6 y 7.)

La estructura del concepto ‘uno-muchos’en sí  es importante para la psicología cognitiva, mientras que la demostración experimental de Vigotsky de las posibilidades de diferentes tipos (‘equivocados’) de uso de la muestra, nos permite ver lo que no se está haciendo en el razonamiento conceptual de uno-muchos. Dos de las posibilidades del razonamiento ‘errado’ muestran esto con claridad: el complejo del ‘nombre familiar,’ en el que la muestra se sostiene firmemente y las cualidades por las que los otros objetos se le parecen varían; y el complejo de ‘cadena,’ en el que la característica de uno-muchos se pierde, porque un objeto se parece a la muestra en una característica y el siguiente se parece al segundo objeto en otra característica diferente, y así sucesivamente. Las estrategias ‘erradas’ señalan la importancia de mantener la muestra firme y de tratar de desarrollar generalidades, comparando reiteradamente los objetos con la muestra con respeto a las mismas similitudes. Al final del experimento, la muestra  ya no es necesaria, porque se ha reconocido que un tipo de bloques tiene uno de los nombres dados a las diferentes clases de cosas en el experimento.

He reflexionando mucho acerca de esto y se me ocurrió  que en realidad  la palabra toma el lugar de la muestra y asume su generalidad. Esto me dió una segunda caracterización de las palabras, que podia  agregar a la caracterización  de las palabras como regalos para la satisfacción de las necesidades comunicativas. De hecho es justo que una palabra-regalo pueda tomar el lugar de la muestra, que no siempre se puede dar como tal y que probablemente no podría  permanecer estable por mucho tiempo, salvo como una imagen. La palabra,  al contrario con su repetibilidad infinita, tiene la característica de ser ‘la misma cosa,’ aún cuando cada instancia de esa es actualmente  un evento diferente de cada  otra instancia. Al reemplazar la función uno-muchos de la muestra, la palabra ayuda en la organización del concepto de tal manera que los miembros de ese concepto son considerados similares entre sí, por la relación común con su nombre, y también por su relación común con la muestra.

Una vez que se establece la relación entre las cosas como similares, según  las mismas cualidades, la muestra ya no es necesaria y la palabra puede traer las cosas a la mente como una clase de cosas independiente . La razón de esto es que, en la relación ‘uno-muchos,’ se establece una polaridad donde el uno se mantiene como un punto de referencia y los muchos se comparan con él uno por uno. La palabra, al tomar el lugar del ‘uno,’ mantiene la polaridad, haciendo evidente la relación de los ‘muchos’ entre sí, y también consigo misma. (Vea las Figuras 8 y 9.)

La muestra o el prototipo debe ser mantenido firme con sus cualidades. Si no, no se puede construir un tipo consistente o categoría de cosas y nuestros pensamientos pueden vagar de una asociación a otra. Sin embargo, cualquier  cosa de la clase puede ser escogida como el ‘uno,’ al cual se le debe sostener firmemente como muestra y una vez que la categoría  ha sido construída,  esta muestra puede ser degradada de su posición ‘uno-muchos’ y convertirse de nuevo en un miembro de esa clase de cosa. Recalco este punto

porque pienso que la posición del uno (o muestra) ha sido malentendida, al constituirse como parte de la definición de género, y por ello se la ha enfatizado,  investida con privilegios especiales y proyectada a las estructuras de la sociedad como patrones auto-similares en diferentes niveles.

El padre y su familia, el rey y sus súbditos, el general y sus tropas, el gerente y sus negocios, etc., encarnan la relación polar de uno-muchos establecidas en el desarrollo del concepto. La relación entre el dinero y los productos también es una encarnación del concepto y podemos usar esta relación polarizada entre los objetos para delucidar la relación uno-muchos entre las personas. Incluso la relación entre la persona y su propiedad  se puede ver como una relación uno-muchos que se deriva de la estructura (investida de género) del concepto  (Aunque  quizás es más como el complejo de ‘nombre de familia’).

El uno privilegiado

Privilegiar la posición de la muestra es particularmente peligroso, porque la polaridad y los conceptos formados con su ayuda son originalmente inocentes ya que son formas útiles de organizar nuestros pensamientos y nuestras percepciones. Es un nivel muy íntimo y básico de pensamiento el que se inviste con el privilegiar pernicioso de la posición del uno. Y por ser tan básica, esta ‘investidura’ es muy difícil de investigar, y la proyectamos hacia fuera para poder lidiar con ella. Puesto que nunca pensamos rastrear el origen de nuestro extraño comportamiento de uno-muchos hasta el desarrollo de los conceptos, continuamos exteriorizando el proceso en muchos niveles de la sociedad, creando estructuras que luego interactúan entre ellas, compiten, se apoyan entre sí y se arreglan nuevamente en jerarquías de uno-muchos. Juntas, estas estructuras forman el sistema social que se propaga a sí mismo y que llamamos ‘patriarcado.’

En la raíz  de estos sistemas se anida la cuestión del género masculino y la masculación. El hombre ha sido escogido como muestra de la categoría  ‘humano.’ La diferencia de categoría de genero  de los ‘niños’ que los separa de la categoría de las madres que los cuidan, ha provocado que pareciera que los hombres tienen que ser la ‘muestra’ (en la posición uno) si es que deberían ser incluídos en la categoría de ‘humanidad’en absoluto. Las mujeres  los han apoyado en esto, cediendo,  al no aparecer como la muestra con la que los muchos se deberían  comparar para encontrar su identidad humana. Por esta razón, parece como si a las mujeres les faltase algo, al carecer de esas supuestas características humanas que los hombres tienen. El pensamiento abstracto, la agresividad, el individualismo, el liderazgo, la independencia (cualidades que tienen que ver con el logro competitivo de la posición del ‘uno’) aparecían  como ‘humanas,’ y  las mujeres  parecían seres humanos inferiores porque este no era su foco.

De hecho, las mujeres seguían practicando el paradigma del regalo cuando esto no se hacía  imposible por escasez, guerra, y violencia individual de varios tipos. El concepto ‘humano’ fue cuestionado por siglos por su significado mientras los filósofos consideraban a la mujer inapropiada como muestra para este concepto. Mientras tanto, el paradigma del regalo (que las mujeres practicaban) fué y continua siendo el origen del significado, la comunidad, e incluso la vida misma.

Las características que hemos considerado como distintivas del género masculino son en realidad las características de la posición del ‘uno’ pegadas con elementos de los patrones de reemplazar-al-otro,  que derivan del papel de la palabra en el nombrar y en la definición. Estas características son asumidas por los niños para poder llevar a cabo la profecía  autocumplidora de su concepto de género, distinto al de sus madres. La posición del ‘uno’ que ocupa el padre respecto a su familia como los ‘muchos’ parece ser el papel que el niño debe lograr para poder ser llamado ‘hombre’. El mandato de Edipo no es tanto matar al padre como tomar la posición del ‘uno.’

La consideración lógica y simple de que no todos pueden ser el ‘uno’ en una manera polar con los  ‘muchos’y que esta caracteristica es relacional  y no permanente, puede no ser clara para los niños pequeños. Los mandatos del género masculino parecen decir “Sea distinto a las mujeres, crezca para ser igual o superior a su padre, para ser capaz de reemplazar el puesto de éste y ser así merecedor de llamarse hombre.”

El niño mismo pareciera  relacionarse con la muestra que lo cuida antes de entender las implicaciones del nombre de su género. Luego la palabra ‘niño’ saca al niño de la categoría de la madre. Entonces, el papel del padre, de avasallar y dominar, pareciera surgir de la capacidad de la palabra de sacar al niño de su identificación con la madre. La habilidad de colocar las cosas en categorías parece ser una de las capacidades del padre y un aspecto del rol del ‘uno.’ El padre es el estándar  (como el dinero), y este estándar tiene la capacidad de hablar y (al reemplazar la muestra de la madre) de ser la palabra, que categoriza y divide. Cada juicio resuena con  el poder que él (o su nombre de género) pareciera haber tenido—para dividir al hombre de la mujer.

La relación del niño con su padre empieza a ser una relación de inferioridad, de ‘los muchos’ con ‘el uno’, de la propiedad con el propietario, de la cosa con una palabra o muestra (una muestra que no es donante). La masculación es un clase de des-humanización original, porque el modelo del padre es objetivizado  como una cosa no humana. Entonces las mujeres son definidas como  lo opuesto (inferior) al hombre, mientras que la relación entre los miembros masculinos del concepto es sobrevalorada.

La historia bíblica de José y sus hermanos se refiere a la situación en la que los muchos’ hermanos rivalizan entre sí por la posición del ‘uno’ que heredarán del patriarca. En el sueño de José, las gavillas de maíz   el sol, la luna y las estrellas se inclinan hacia él, y expresan simbólicamente esta  relación. Cuando el niño toma a su padre como muestra para su propio concepto, él es parte de ‘los muchos’ reales o potenciales con respecto al ‘uno.’ La identidad de su género pareciera ser la de una lucha competitiva contra los miembros del mismo género por la posición del ‘uno.’ Su padre puede estar haciendo la misma cosa en su trabajo. ‘Reemplazar al otro’ pareciera ser el mandato de rol de su genero, según el cual los hombres reemplazan  a las mujeres, y la muestra masculina (y la palabra) reemplaza a la muestra femenina y su modalidad de regalar.

Entonces, lo que a temprana edad los niños pequeños perciben como el rol de su género es la encarnación de la posición de la muestra misma y la encarnación  parcial de la palabra. Ser igual o parecerse a la muestra y reemplazar a los otros se convierte en una parte importante de la identidad masculina, mientras que la orientación hacia el otro y el regalar permanecen como principios de la identidad femenina. Al erigir al hombre en la muestra para el concepto de ‘humanos,’ se cancela la importancia percibida del regalar. Sin embargo, las mujeres (y otros hombres) continúan dándole a los hombres, cuyas identidades son construídas de esta manera, sobreprivilegiándolos y recompensando especialmente a aquellos que logran la posición del ‘uno.’ Entonces el regalar apoya esta construcción de identidad, aún cuando es cancelado  y juzgado por esta como un comportamiento ‘instintivo e inferior’( aún menos que humano). El regalar se extiende a todas las actividades  humanas y todavía  es la manera de transmitir los bienes y los mensajes, de co-municar y de formar nuestra co-munidad. Hemos alterado y distorsionado, el regalar y sin embargo, lo usamos para favorecer al ‘uno’ en desmedro de los muchos. Desde muy pequeños, se nos enseña a desconocer la modalidad del regalo dándole otros nombres (‘actividad,’ ‘trabajo hogareño,’ ‘ocio,’ ‘valor agregado,’ ‘ganancia’). Al empezar a reconocer la dinámica de los dos paradigmas,  podemos finalmente  darle el valor y los nombres apropiados al acto regalar.

La palabra encarnada

En la masculación, los hombres se encarnan como el regalo sustitutivo,  tomando el lugar de la madre,  tomando  al padre como la muestra y renunciando al regalar. Éste es el momento de la Caída—cuando  el niño varón  advierte que no podrá participar en la modalidad material co-municativa de regalar por causa de la definición de su género.

Tal vez, la equivocación más grande (y más pequeña) cometida por la humanidad haya sido darles nombres opuestos a los niños según el género—equivocación tan inocente pero tan terrible, tan pesada como  un pedacito cortado de la pluma en la balanza de Maat. ¿A veces nos preguntamos por qué el Espíritu del Bien no nos ha destruido dado todos los horrores que cometemos—como el genocidio, la violación, la violacion genocida,  la agresión y violación de los niños,  la violación y contaminación de la tierra y los mares, el asesinato de especies y de individuos, la tortura física y mental? Tal vez  es porque el origen de todos esos horrores reside en una inocente mala interpretación, muy fácil de hacer.

Hemos encarnado la palabra, el proceso mismo de nombrar, y la palabra que hemos encarnado es varón.  Era sólo una palabra, pero le hemos permitido dominar nuestra psicología y todas nuestras estructuras sociales. La hemos usado para alienar a la mitad de la humanidad de la norma de regalar.

Después de alienar  a nuestros hijos varones incluyendolos en la categoría  de no-dar, nosotros (madres y padres) los sobreprivilegiamos, los recompensamos, y les damos más a ellos que a nuestras hijas. Luego tratamos de enseñarles altruismo a través de una moralidad autoritaria o de los preceptos religiosos que surgen de la Ley. Entonces nos preguntamos por qué es tan difícil de lograr y justificamos la dificultad pensando que la ‘naturaleza humana’ es cruel.

Ahora ha surgido una  necesidad co-municativa  para toda la humanidad—la necesidad de un término nuevo, para mediar nuestras  relaciones humanas con respecto a nuestros bebés. Necesitamos una nueva  palabra-regalo para todas esas pequeñas criaturas que son nuestros regalos más grandes, del uno para el otro, para el futuro y para ellos mismos. Usando esa nueva palabra-regalo, un término para ambos géneros, podemos terminar de recrear  los problemas que están destruyendo a nuestra especie, a nuestras madres y a nuestra Madre Tierra.

Véase Lev S. Vigotsky, Thought and Language, editado y traducido al inglés por Eugenia Hanfmann y Gertrude Vakar, M.I.T. Press, Cambridge, Mass, 1962.

Véase el análisis de Karl Marx sobre la moneda como el ‘equivalente general,’ en el primer libro de El Capital, capítulo 2 [Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999].

El experimento de Vigotsky muestra como los niños son capaces de identificar conscientemente los conceptos y el uso de estrategias del pensamiento conceptual en la pubertad. Trabajos desarrollados más recientemente por la psicología muestran como los niños usan la relación del prototipo desde su infancia. La situación experimental de Vigotsky pone a prueba un cierto nivel de conciencia en el uso del concepto. Curiosamente, Carol Gilligan et al. han escrito acerca de la elección que las niñas hacen en la pubertad entre dos modalidades, que me parecen similares a los modos del regalo y del intercambio. Véase Making Connections: The Relational World of Adolescent Girls at Emma Willard School, editado por Carol Gilligan, Nona P. Lyons y Trudy Hanmar, Harvard University Press, Cambridge, MA, 1990. Tal vez el pensamiento ‘uno-muchos’ y el privilegio masculino reciben un nuevo énfasis en la pubertad.

Esta transición se parece mucho al intercambio, como veremos en el capítulo “Mercado y género.”

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